Hay lugares que no solo se visitan, se respiran. Que no se recorren, se sienten. Para mí y para mi hijo, Sierra Espuña es eso: un refugio, una burbuja donde todo encaja un poco mejor.
En nuestro día a día, convivimos con el autismo. Con rutinas que dan seguridad, con días buenos y otros no tanto, con estímulos que el mundo lanza sin filtro y que a veces abruman. Pero cuando llegamos a Sierra Espuña, todo baja de volumen. Todo se acomoda. Todo respira.
No necesitamos grandes planes. Solo caminar. Escuchar los pájaros. Buscar piñas. Sentarnos bajo los árboles. Mi hijo no siempre habla mucho, pero ahí no hace falta.
Él se fija en detalles que a veces yo no vería: un bicho que cruza el camino, una sombra que se mueve con el viento, la textura de una corteza. Yo aprendo a mirar con sus ojos.
✔️ Espacios amplios y tranquilos
No hay ruido de coches, ni aglomeraciones. Podemos caminar a nuestro ritmo sin interrupciones.
✔️ Naturaleza ordenada y estimulante
El bosque tiene su propio lenguaje. Estimula sin abrumar. Cambia, pero sin sorpresas agresivas.
✔️ Entorno accesible para anticipar
Sabemos dónde vamos. Qué camino tomaremos. Cuánto dura. Cuándo paramos. Eso le da seguridad.
✔️ Libertad sin peligro
Él puede explorar sin que yo tenga que estar frenando cada paso. Se siente libre. Yo también.
Muchas familias que conviven con el TEA evitan salir. Lo entiendo. El ruido, las miradas, lo imprevisible. Pero te aseguro que encontrar un lugar donde tu hijo pueda ser él mismo vale más que mil terapias.
En Sierra Espuña, mi hijo no necesita adaptarse al entorno. Es el entorno el que lo abraza tal como es.
Acompañamos este artículo con algunas de nuestras fotos, no para presumir, sino para mostrar que sí se puede. Que hay sitios cerca de casa donde la inclusión no es un discurso: es silencio, espacio, respeto y naturaleza.
Queremos crear una red de familias que comparten espacios reales, vivencias reales, rutas reales. Escríbenos, comparte, únete. Porque La Guía Azul se escribe contigo.
Hay lugares que no solo se visitan, se respiran. Que no se recorren, se sienten. Para mí y para mi hijo, Sierra Espuña es eso: un refugio, una burbuja donde todo encaja un poco mejor.
En nuestro día a día, convivimos con el autismo. Con rutinas que dan seguridad, con días buenos y otros no tanto, con estímulos que el mundo lanza sin filtro y que a veces abruman. Pero cuando llegamos a Sierra Espuña, todo baja de volumen. Todo se acomoda. Todo respira.
No necesitamos grandes planes. Solo caminar. Escuchar los pájaros. Buscar piñas. Sentarnos bajo los árboles. Mi hijo no siempre habla mucho, pero ahí no hace falta.
Él se fija en detalles que a veces yo no vería: un bicho que cruza el camino, una sombra que se mueve con el viento, la textura de una corteza. Yo aprendo a mirar con sus ojos.
✔️ Espacios amplios y tranquilos
No hay ruido de coches, ni aglomeraciones. Podemos caminar a nuestro ritmo sin interrupciones.
✔️ Naturaleza ordenada y estimulante
El bosque tiene su propio lenguaje. Estimula sin abrumar. Cambia, pero sin sorpresas agresivas.
✔️ Entorno accesible para anticipar
Sabemos dónde vamos. Qué camino tomaremos. Cuánto dura. Cuándo paramos. Eso le da seguridad.
✔️ Libertad sin peligro
Él puede explorar sin que yo tenga que estar frenando cada paso. Se siente libre. Yo también.
Muchas familias que conviven con el TEA evitan salir. Lo entiendo. El ruido, las miradas, lo imprevisible. Pero te aseguro que encontrar un lugar donde tu hijo pueda ser él mismo vale más que mil terapias.
En Sierra Espuña, mi hijo no necesita adaptarse al entorno. Es el entorno el que lo abraza tal como es.
Acompañamos este artículo con algunas de nuestras fotos, no para presumir, sino para mostrar que sí se puede. Que hay sitios cerca de casa donde la inclusión no es un discurso: es silencio, espacio, respeto y naturaleza.
Queremos crear una red de familias que comparten espacios reales, vivencias reales, rutas reales. Escríbenos, comparte, únete. Porque La Guía Azul se escribe contigo.