Esto no es una queja. Tampoco una lección. Es una carta. Una de esas que no sabes a quién escribir, pero que te arde en los dedos. Porque a veces la gente me pregunta “¿cómo lo llevas?”, “¿cómo es tener un hijo con autismo?”, y yo me quedo en blanco.
Así que, si te parece, te lo cuento. Como madre. Como padre. Como alguien que, como tú, también soñó con una vida sencilla.
Te diré lo que no es el autismo:
No es una tragedia.
No es contagioso.
No es una moda.
No es una carga.
Pero también te diré lo que sí es:
Es mirar el mundo de otra manera.
Es necesitar más paciencia.
Es celebrar logros que tú das por hechos: un saludo, una mirada, un "te quiero" no dicho, pero sentido.
Puedes invitar a tu hijo a jugar con el mío, aunque no sepa las reglas.
Puedes no juzgar si le ves haciendo aleteos o si no te responde cuando le hablas.
Puedes no apartar la mirada. Puedes preguntar. Puedes acercarte.
Mi hijo va al cole. A veces lo pasa mal en el recreo porque el ruido lo abruma. Otras veces ríe como cualquiera. Tiene miedo a los globos. Le gustan los horarios. Se comunica con pictogramas. Le encanta el agua.
Y tiene un superpoder: te mira una sola vez y ya sabe si estás triste. No siempre puede decirlo, pero lo siente.
Para que recordemos que el mundo no es de los que corren más, ni de los que gritan más alto.
Es de quienes aprenden a escuchar de otra forma. A mirar de otra forma. A amar de otra forma.
Como mi hijo. Como muchos. Como los que aún no ves.
Porque no queremos solo contarte nuestra historia. Queremos que formes parte de ella.
Esto no es una queja. Tampoco una lección. Es una carta. Una de esas que no sabes a quién escribir, pero que te arde en los dedos. Porque a veces la gente me pregunta “¿cómo lo llevas?”, “¿cómo es tener un hijo con autismo?”, y yo me quedo en blanco.
Así que, si te parece, te lo cuento. Como madre. Como padre. Como alguien que, como tú, también soñó con una vida sencilla.
Te diré lo que no es el autismo:
No es una tragedia.
No es contagioso.
No es una moda.
No es una carga.
Pero también te diré lo que sí es:
Es mirar el mundo de otra manera.
Es necesitar más paciencia.
Es celebrar logros que tú das por hechos: un saludo, una mirada, un "te quiero" no dicho, pero sentido.
Puedes invitar a tu hijo a jugar con el mío, aunque no sepa las reglas.
Puedes no juzgar si le ves haciendo aleteos o si no te responde cuando le hablas.
Puedes no apartar la mirada. Puedes preguntar. Puedes acercarte.
Mi hijo va al cole. A veces lo pasa mal en el recreo porque el ruido lo abruma. Otras veces ríe como cualquiera. Tiene miedo a los globos. Le gustan los horarios. Se comunica con pictogramas. Le encanta el agua.
Y tiene un superpoder: te mira una sola vez y ya sabe si estás triste. No siempre puede decirlo, pero lo siente.
Para que recordemos que el mundo no es de los que corren más, ni de los que gritan más alto.
Es de quienes aprenden a escuchar de otra forma. A mirar de otra forma. A amar de otra forma.
Como mi hijo. Como muchos. Como los que aún no ves.
Porque no queremos solo contarte nuestra historia. Queremos que formes parte de ella.