Hace no mucho entrevistamos a María Isabel, pediatra con una larga trayectoria y una persona que, desde nuestro punto de vista, siempre ha destacado por su profunda empatía hacia los demás. Precisamente eso —la empatía— es lo que más demanda en esta sociedad, aunque también nos comparte que vamos por buen camino. Un camino aún largo, sí, pero lleno de esperanza.
“Tener un hijo con autismo te cambia la vida desde lo más profundo.
No es solo la atención que necesita, es todo el sistema lo que empieza a girar alrededor de su bienestar.
Cada día es un reto. Cada gesto, cada pequeño logro, se convierte en una alegría inmensa.
Y no te voy a mentir: también hemos perdido cosas, pero hemos ganado otra forma de ver la vida.
Hemos aprendido a celebrar lo que antes pasaba desapercibido. A agradecer la calma.
Porque sí, hay belleza en medio del caos. A veces basta una mirada, una sonrisa, un momento de conexión para recordarte que estás haciendo lo correcto.
Lo que necesitamos no es compasión.
Necesitamos recursos, respeto, empatía.
Queremos que nuestras hijas e hijos tengan oportunidades reales. Que no se les excluya ni se les reduzca a un diagnóstico.
Porque el autismo no es un castigo.
Es una forma distinta de estar en el mundo.
Y merece ser entendida, acompañada y respetada”.
Hace no mucho entrevistamos a María Isabel, pediatra con una larga trayectoria y una persona que, desde nuestro punto de vista, siempre ha destacado por su profunda empatía hacia los demás. Precisamente eso —la empatía— es lo que más demanda en esta sociedad, aunque también nos comparte que vamos por buen camino. Un camino aún largo, sí, pero lleno de esperanza.
“Tener un hijo con autismo te cambia la vida desde lo más profundo.
No es solo la atención que necesita, es todo el sistema lo que empieza a girar alrededor de su bienestar.
Cada día es un reto. Cada gesto, cada pequeño logro, se convierte en una alegría inmensa.
Y no te voy a mentir: también hemos perdido cosas, pero hemos ganado otra forma de ver la vida.
Hemos aprendido a celebrar lo que antes pasaba desapercibido. A agradecer la calma.
Porque sí, hay belleza en medio del caos. A veces basta una mirada, una sonrisa, un momento de conexión para recordarte que estás haciendo lo correcto.
Lo que necesitamos no es compasión.
Necesitamos recursos, respeto, empatía.
Queremos que nuestras hijas e hijos tengan oportunidades reales. Que no se les excluya ni se les reduzca a un diagnóstico.
Porque el autismo no es un castigo.
Es una forma distinta de estar en el mundo.
Y merece ser entendida, acompañada y respetada”.